LA GALERÍA ROMANA DE EL ARTEAL

Cuevas de Almanzora alberga algunos de los restos arqueológicos más importantes de la provincia. Y muy cerca de donde vivió el gran descubridor de muchos de ellos, Luis Siret, visitamos una mina romana que se conoce desde hace algún tiempo, y de la que se ha pedido su puesta en valor.

Antonio Molina Sánchez, en su extraordinaria obra «Cuevas, Tierra de la Plata» cita la existencia de la «Galería Romana», «que se inicia en el Barranco del Arteal y se prolonga unos 600 metros en dirección al mar, hasta el Barranco de la Sima, donde hay un pozo que se comunica subterráneamente con una misteriosa explotación minera de tamaño descomunal, según citaban ingenieros que la visitaron en el siglo XIX. Durante las labores de este siglo también se encontraron numerosas herramientas y candiles de época romana».

Afortunadamente, es muy difícil dar con ella, lo que sin duda la ha preservado de ser vandalizada. No obstante, la galería principal se encuentra ya virtualmente tapada, por los deslizamientos de tierra del nivel superior. Para continuar a la parte más interesante hay que reptar por un pequeño agujero donde a duras penas cabe una persona.

Lo verdaderamente característico es la forma cuadra o trapezoidal de las galerías, típicamente romanas, así como la existencia de huecos para los lucernarios.

NUEVA AMENAZA AL PATRIMONIO. LA FUNDICIÓN DE EL TOMILLAR, EN GRAVE PELIGRO

Cuando la minería del plomo de Sierra de Gádor comenzaba a declinar, el descubrimiento casual de un rico filón de galena argentífera en el Barranco Jaroso a finales de la década de los treinta del siglo XIX provocó la «fiebre de la plata». El esplendor de Almagrera se prolongó hasta finales del siglo XIX, cuando la caída del precio del plomo en los mercados internacionales hacía definitivamente inviables los titánicos esfuerzos de desagüe de la sierra. En un primer momento los minerales de Almagrera fueron llevados a las fundiciones de Adra, que contaban con todos los adelantos técnicos de la época. Pero poco después se fueron instalando nuevos establecimientos (fábricas) cerca de las minas, abaratando notablemente los costes de transporte.

Muy cerca de la pedanía cuevana de Los Lobos, y aprovechando la salida natural del Jaroso, se construyeron tres fundiciones: Acertera, Contra Viento y Marea y Encarnación. Esta última, en el paraje de El Tomillar, fue especialmente importante.

Fue construida entre 1842-43 por José Pedro Gómez en la margen izquierda de la Rambla Muleria, con bastantes cambios de su propiedad hasta el cese de sus actividades a finales del siglo XIX. En 1853 contaba con 5 hornos circulares de tres toberas y dos copelas inglesas a las que surtía de aire un ventilador movido por tres mulas que se relevaban cada cuatro horas (Revista Minera, tomo IV, pág. 568).

Se accede a la misma desde Los Lobos, bajando hasta la rambla de la Muleria, y siguiendo un camino de tierra por su margen izquierda. A unos 250 metros giramos a la izquierda, remontando una pequeña rambla, divisando diversas ruinas mineras unos 400 metros después.

Se conservan tres chimeneas, las galerías de condensación, los escoriales y algunas ruinas de sus edificios, encontrándose protegida como Inmueble nº 11 en la inscripción colectiva en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz de bienes del patrimonio industrial relacionados con la minería de los siglos XIX y XX, mediante Resolución de 7 de enero de 2004 (BOJA Nº 29 de 12 de febrero de 2004).

Lamentablemente, al visitarla recientemente hemos observado que en el interior de su antiguo recinto han llegado importantes trabajos de roturación de terrenos para cultivar. Entendemos que los movimientos de tierra con maquinaria pesada comprometen la integridad de algunas de las ruinas. En particular, justo bajo la chimenea de desplatación (la de más porte) parecen haber sido afectadas las galerías de condensación.

El entramado de galerías es enorme, serpenteando por la sierra y salvando un desnivel de más de 200 metros. Con independencia de su tamaño o del tipo de hornos utilizado, todas tenían en común la construcción de largas galerías de condensación por las que circulaban los humos antes de llegar a las chimeneas. La finalidad era doble: alejar los gases tóxicos de las instalaciones y de los núcleos de población, y permitir el aprovechamiento de los restos que quedaban condensados en las paredes.

LA VÍA DEL COLATIVÍ. UN MISTERIO MINERO-FERROVIARIO RESUELTO…, O CASI

En un anterior trabajo, estudiábamos en detalle la historia del cable aéreo del Colativí a Casas Fuertes, y los restos de las instalaciones que aún perduran del mismo. Recordamos que su finalidad era transportar de modo eficiente y económico el mineral de hierro extraído de la falda norte de Sierra Alhamilla hasta un embarcadero situado en la actual playa de El Toyo.

La actividad minera y de transporte en las zonas de origen se tratarán en un futuro estudio, anticipando que se trata de un ejemplo perfecto de adaptación tecnológica al medio. El legado de patrimonio industrial es tan fabuloso como desconocido, por lo recóndito de los parajes y lo poco que se ha estudiado.

No obstante, y como anticipo de dicho estudio, en esta ocasión nos vamos a centrar en un aspecto muy concreto, tras detectar que la bibliografía publicada hasta la fecha adolece de cierta inexactitud.

Sabíamos que el cable partía de las inmediaciones del pico Colativí, el más alto de Sierra Alhamilla, con sus 1.387 metros, y más concretamente desde su falda occidental. Alrededor del edificio del cable se encuentran las ruinas de dos tolvas y restos de varias construcciones ligadas a su explotación, que podrían ser balsas o talleres.

Por otro lado, también sabíamos que el grueso del mineral transportado por la Sociedad Minera Cordobesa de Sierra Alhamilla pasaba por el enorme plano inclinado de más de un kilómetro que ascendía por la falda norte de la sierra desde un complejo entramado de explotaciones mineras en la zona de los Calares de Tabernas. La cabeza del plano, coronada por un enorme edificio donde estaban los engranajes, se encuentra muy cerca del Colativí, a unos 1.300 metros de altura.

La cuestión es que, hasta ahora, se creía que el final del plano inclinado y la tolva de carga del cable aéreo se encontraban unidos por una vía minera de 60 centímetros de anchura que circunvalaba la montaña adaptándose a las curvas de nivel. Así aparece reflejado en la monumental obra ‘Trenes, Cables y Minas de Almería’, de José Antonio Gómez y José Vicente Coves (2000), basándose en la fuente de referencia en cuanto a la minería del hierro, el ‘Criaderos de Hierro de Almería y Granada’, de Guardiola y Sierra (1927).

Sin embargo, un sorprendente hallazgo realizado en el transcurso de la investigación sobre el Cable viene a cuestionar este hecho. En el Boletín Oficial de la Provincia de Almería del 10 de septiembre de 1912 aparece una diligencia de embargo contra la Sociedad Minera Cordobesa de Sierra Alhamilla a instancias de ‘Frirt Dupré Weísbécker’ (sic), que tenía hipotecada una serie de bienes, que se sacan a subasta. Entendemos que se refiere a Fritz Dupre Weisbecker, el llamado “rey del manganeso”, un magnate que importaba minerales de España y Grecia a gran escala para los altos hornos británicos. La relación de dichos bienes es exhaustiva, y gracias a ella disponemos de una fuente inigualable de conocimiento del estado final del complejo de transporte, tras las varias modificaciones sufridas. Lo más sugerente es, precisamente, la descripción del tramo de vía minera entre el final del plano inclinado y la tolva del cable aéreo. Por su interés, lo reproducimos literalmente:

Además, hay construidas para el arrastre de los minerales a la estación de carga del cable, varias líneas férreas en las mismas compuestas de varios trozos que tienen en conjunto unos cinco mil ochocientos veinte y un metros de longitud, sin contar con los apartaderos anexos, y cuyos trozos son: Primero, el que arranca de la techa (sic) Providencia con quinientos cuarenta y cinco metros de longitud, de los que unos quinientos son de recorrido subterráneo, atravesando el socavón central de la mina Providencia, terminando en la boca Este del Central en terrenos que fueron de don José Benitez Blanco, hoy de la Sociedad. Segundo trozo, desde dicha boca Este hasta la cabeza del plano grande en terrenos adquiridos de don Joaquín Monterreal, término de Tabernas (…)”

Esta configuración chocaría frontalmente con la teoría aceptada hasta ahora, al introducir un tramo subterráneo de considerable longitud, aprovechando las labores de una mina cercana. Sin embargo, con frecuencia nos encontramos con que los datos de fuentes antiguas incurren en errores o inexactitudes, por lo que se hacía imprescindible comprobar sobre el terreno, en la medida de lo posible, la veracidad de esta descripción.

Tras una primera visita del entorno del cable y del cerro Colativí, la frustración se apoderó de nosotros, al no encontrar prueba alguna que corroborase los datos aparecidos en la diligencia de embargo. Varios meses después, tras el análisis exhaustivo de las imágenes satelitales de Google Earth, teniendo en cuenta las cotas y las longitudes de los distintos tramos, nos decidimos a explorar sistemáticamente la falda noreste del Colativí, en busca de esa enigmática “boca Este del socavón central”.

Por anticiparnos al final, diremos que creemos haber encontrado restos no solo de dicho socavón sino, aún más, de otra gran galería de transporte independiente de aquél, no citada ni siquiera en el embargo. Lo triste es que, habida cuenta del tiempo transcurrido, y como era previsible, las entradas a las galerías están derrumbadas en su práctica totalidad.

Pero antes, y una vez aparecida en escena la mina Providencia, resulta interesante detenerse en la misma. Registrada inicialmente en 1891 a nombre de Justo Fornovi, en pleno apogeo de la minería almeriense del hierro, pasa en 1894 a constituirse en sociedad especial minera. Sus 200 participaciones estaban muy repartidas, principalmente entre diferentes hombres de negocios de la burguesía de Almería capital, como el político Braulio Moreno (futuro alcalde de la ciudad) o Pedro Rull. Por su parte, el registrador de la mina únicamente contaba con una acción. Curiosamente, otro de los socios era el mítico industrial vizcaíno Víctor Chávarri, de larga trayectoria inversora en las minas y ferrocarril de Bédar, con 8 acciones.

En algún momento entre 1894 y 1909, la Sociedad Minera Cordobesa de Sierra Alhamilla debió hacerse con la titularidad de la mina Providencia, para explotarla conjuntamente con las que ostentaba en los cotos de los Calares de Tabernas.

En 1906 la mina Providencia aportó, junto a la próxima mina Martes, un total de 10.434 toneladas de mineral de hierro. En sí misma, esta cifra no resultaba muy significativa, pero permitía añadir volumen al conjunto del coto explotado por la empresa, para intentar rentabilizar la cuantiosa inversión.

Llegados a este punto, retomamos el intento de averiguar la relación de las labores de Providencia con la red general de transporte de la compañía. De entrada, el único indicio de la ubicación exacta de la mina es el escueto plano de demarcación del expediente de registro. Del mismo se desprende únicamente, en virtud de las referencias visuales a determinados puntos, que se ubicaba al norte del pico Colativí, disponiéndose sus 24 cuadrículas mineras, distribuidas de forma horizontal (8×3).

Examinando minuciosamente la zona a través de las fotografías aéreas, no se aprecian escombreras ni posibles trazados de vías mineras. Sí parecen visibles, no sin dificultad, ciertas ruinas de escasa consideración en la parte noreste del Colativí. Tomando como referencia los datos de la diligencia de embargo, intentamos esbozar un borrador de recorrido siguiendo la cota 1300 desde la cabeza del plano, en dirección al este. En un primer momento, comprobamos que el tramo de la carretera actual se ajusta con exactitud a dicha cota. Lamentablemente, al comenzar a descender de la misma, no se aprecia ningún vestigio de que el trazado continuase a la derecha de esta.

Ya sobre el terreno conseguimos encontrar, muy oculto por la maleza, un trazado de la vía minera, apartándose a la derecha de la carretera, con varias decenas de metros de plataforma y pequeñas trincheras, describiendo una suave curva. Convencidos de que se trataba de nuestra vía, el hecho de que esta terminase abruptamente frente a un pequeño cerro, nos hizo sospechar que exactamente ahí había un túnel, con la boca derrumbada.

Ascendimos por el cerro para comprobar, con enorme alivio, que se confirmaba dicha teoría. Existen varios agujeros de derrumbe del túnel y, justo al otro lado del cerro, una boca perfectamente visible. A partir de ahí, se retomaba la vía por el exterior con gran claridad y, lo más importante, con abundantes restos de mineral de hierro esparcidos a lo largo de su trayecto.

El final del mismo eran, precisamente, las ruinas que se atisbaban desde el satélite. En realidad no se trata de grandes construcciones sino de una pequeña tolva de mineral y de una pequeña caseta con dos muros alargados que, por similitud con otras estructuras similares (ver Coto de los Malagueños, en Gérgal) podría tratarse de una báscula para las vagonetas.

Sin duda alguna estábamos ante la Mina Providencia, puesto que toda la zona se encuentra plagada de bocaminas y de canteras a cielo abierto. Lo curioso es que ninguna de las bocas tenía la orientación este descrita en la documentación.

Lo más plausible es que la enorme trinchera que existe junto a las instalaciones, con orientación este-oeste, se tratase de la boca descrita en el embargo, pero habiendo sufrido un gran derrumbe.

Nos internamos en todas las bocas existentes, resultando estar comunicadas, tratándose de una mina de grandes dimensiones, con numerosas cámaras de formas irregulares, pero sin galerías rectilíneas como tales. La consistencia de los techos es muy irregular, con grandes derrumbes, lo que explicaría el no hallazgo del socavón de transporte.

Convencidos de que el misterio se encontraba en vías de resolución, cruzamos el Colativí hasta su vertiente oeste, donde se ubica el cable aéreo, buscando la teórica salida de ese túnel. Afortunadamente, adentrándonos en una pequeña bocamina derrumbada en las inmediaciones de las tolvas, nos encontramos con el inconfundible abovedado de un túnel, que tampoco continuaba más allá al haber sufrido un colapso total. Justo a 45 metros de la tolva de carga, tal y como figura en la descripción de 1912.

Otra duda que surge es que, siguiendo la ruta del túnel a la tolva, se cruza perpendicularmente otra tolva más pequeña, atravesándola por medio de dos arcos gemelos. Se trataría de una tolva anterior, que fue inutilizada tras la construcción de la galería de transporte.

En definitiva, el mineral de hierro de los Calares de Tabernas ascendía desde la falda norte de Sierra Alhamilla por un complejo sistema de planos inclinados que recogían la producción de varias minas situadas a distintas alturas, llegando a lo alto de la sierra por medio del gran plano de más de un kilómetro de longitud. A partir de aquí, y con un alto grado de certeza, podemos afirmar que una vía minera llegaba hasta la mina Providencia tras haber atravesado un túnel. Allí, volvía a recoger mineral para, a continuación, adentrarse en la misma, volviendo a salir al exterior en las inmediaciones del cable aéreo del Colativí a la playa de Casas Fuertes.

Coto minero Los Malagueños (Gérgal)

Al norte del pueblo de Gérgal, cerca de la aldea de Las Aneas, se encuentra el coto minero Los Malagueños, uno de los tres principales que se explotaron desde finales del siglo XIX en el municipio, junto con el de Cerro Soria y Cerro de Enmedio.

De todos ellos, el de Malagueños fue el menos importante, y de vida más efímera, solamente entre 1897 y 1910, pese a lo cual aún hoy encontramos restos identificables de la explotación minera.

 

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Gestionado por la compañía El Salobral, radicada en Cádiz, consistía básicamente en la extracción del mineral de hierro de un filón de unos dos metros de potencia, que desde la Rambla del Manco ascendía en dirección Sureste-Noroeste, atravesando las concesiones Malagueños, su Demasía y La Fe.
En un primer momento se atacó el filón desde la galería San José, a unos 970 metros de altitud sobre el nivel del mar, cuya entrada no hemos podido localizar, previsiblemente a causa de alguno de los numerosos derrumbes. No obstante, también debió explotarse el filón a cielo abierto, pues los tajos son de bastante consideración, ofreciéndonos espectaculares paredes repletas de goethita irisida (óxidos de hierro).
Conforme se iba descendiendo, se construyó otra galería, llamada de la Báscula, a unos 936 metros de altitud, que sí hemos conseguido localizar, aunque se encuentra enrejada, siendo propiedad particular.
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Será en estos niveles inferiores en los que comencemos a identificar otros restos de interés. El nombre de la galería de la Báscula obedece a una pequeña construcción que nos encontramos justo al borde del camino, y que presenta los huecos de dos puertas enfrentadas entre sí. Era la báscula por la que entraban y salían las vagonetas, pesándose el mineral.
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Más abajo, justo en el cruce de la rambla con el camino se encontraba la estación de ángulo del Cable Aéreo de Gérgal. Este fue proyectado en 1900, por la sociedad inglesa The Gergal Railway and Mines Co. Ltd., de Thomas Morell, con un recorrido de unos 4 kilómetros entre la estación de Cruz de Mayo, en las afueras de Gérgal pueblo, y la tolva de carga de Cerro de Enmedio, con un ramal a Cerro Soria. El mineral que llegaba a Cruz de Mayo era volcado a un ferrocarril de vía estrecha de unos 7 kilómetros de recorrido, que terminaba en la Estación de Gérgal, de la línea general de vía ancha de Linares a Almería.
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El cable no era especialmente sofisticado, y la estación de ángulo de Malagueños era de madera y de hierro, por lo que no ha quedado nada identificable de ella. Sí quedan las ruinas de la casa de máquinas, que estaba justamente adosada a ella. A lo lejos, en dirección este, vemos la formidable trinchera que cortaba uno de los cerros que se interponían en el camino del cable hasta Cerro de Enmedio.
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Ya casi agotado el filón, la compañía se encontró con un nuevo problema, el afloramiento de agua en las galerías. Por ello, construyó pozos de desagüe, llegando a construir incluso una central eléctrica. Estimamos que la gran galería inclinada que hay en el lado norte de la rambla, perfectamente enlucida, era uno de estos desagües. Frente a ella hay una gran tolva doble, de origen incierto, aunque el remate de ladrillos modernos nos sugiere una construcción o aprovechamiento muy posterior, quizás en los años 50 del siglo XX.
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Goethita irisada (óxido de hierro). Filón del Coto Malagueños (Gérgal)

Tras el Uranio de Almería

¿Hay uranio en Almería? Teóricamente no debería, pues este mineral se presenta básicamente en suelos de granito, ausentes en nuestra provincia. Sin embargo, la riqueza mineralógica de la Región de Almería es tal, que de forma sorpresiva también nos encontramos con un extrañísimo afloramiento de minerales de uranio cerca de los Baños de Sierra Alhamilla. Y se trata, precisamente, de esa cercanía a las aguas termales lo que ha permitido esta anomalía.
Hace ya muchos años escuché hablar de un coleccionista de minerales que tenía un ejemplar de pechblenda (óxido de uranio), etiquetada como procedente de los Baños de Sierra Alhamilla, pero sin que esto pasara más allá de la anécdota.

En la literatura científica, en un primer momento, únicamente encontramos una vaga cita relativa a la presencia de uranio en Sierra Alhamilla en el número 2, volumen 8, del European Journal of Mineralogy (1996), de B. Goffé y otros.

No será hasta julio de 2015 cuando aparezca la referencia más concreta hasta el momento. Un breve “estudio preliminar” del Grupo de Investigación de Geología de la Universidad de Murcia, disponible en la dirección http://www.ehu.eus/sem/macla_pdf/macla20/Macla20_023-24.pdf , avanza la posibilidad del hallazgo de metaheinrichita y arsenovanmeersscheita, siendo la primera cita de ambos minerales en la Cordillera Bética, y la segunda en España. Además, desvela que el indicio se encuentra en la Mina Descuido (Pechina), cerca de los Baños de Sierra Alhamilla. Esperamos que este trabajo se complete y alcance pronto el carácter de definitivo.

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Esta mina es bien conocida en los ambientes mineralogistas, y sus especiales características ya la hacen, por sí sola, merecedora de una visita, pero encontrar el uranio ya sería conseguir el “premio gordo”.

La mejor forma de describir la mina es como la de un intrincado laberinto de galerías, cámaras, trancadas y pozos. Más que seguir un filón, los mineros buscaban bolsadas de óxidos de hierro (hematites). Para sostener los huecos provocados por la extracción del mineral encontramos tanto el recurso al relleno con escombros, como la técnica de dejar pilares sin explotar (“llaves”).

Afortunadamente, uno de los miembros de nuestro grupo ya había estado en el punto exacto donde se sospechaba que pudiera encontrarse nuestro objetivo, y nos guió de una forma asombrosa entre tortuosos pasillos y pronunciadas rampas, escogiendo siempre la opción correcta entre las numerosas bifurcaciones.

Básicamente, la idea es buscar siempre la parte más profunda de la explotación. Precisamente por eso, entramos por la boca sur de la mina, la que da al Barranco Hondo, y la que se encuentra a menor cota de las tres existentes.

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Al poco de entrar, comenzamos a descender, a veces en zig-zag, sin apenas encontrar algo que aproximadamente pudiese llamarse “galería principal”. A medida que bajamos, comprobamos la escasez de oxígeno y el aumento de la temperatura. Para mayor incomodidad, el olor a guano (excremento de murciélagos) se hace a veces muy intenso, resultando aconsejable el uso de mascarilla. Paradójicamente, únicamente nos encontramos con un ejemplar de estos quirópteros, al que dejamos dormir plácidamente, sin incomodarlo. Junto a él, y a nosotros, los únicos animales dentro de la mina son una legión de escarabajos cavernícolas, muy activos.

La fama reciente de esta mina no estaba ni en el hierro ni en el uranio, sino en la barita. Al parecer, algún o algunos vendedores de minerales descubrieron unas formaciones espectaculares de esta, inundando el mercado de ellas. La rapiña ha debido ser absoluta, pues en nuestro recorrido apenas pudimos encontrar algún ejemplar, y un formidable filón a una altura que lo hace inaccesible.
Cuando ya estamos bastante abajo, vemos que los techos de las cámaras se encuentran plagados de yesos, de color blanco inmaculado, y en forma de bolas. Sin embargo, y a pesar de buscar con bastante detenimiento, seguimos sin dar con el esquivo uranio.

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Lamentablemente, lo que sí encontramos por toda la mina son botellas, latas y papeles de periódico, indicios de las intenciones meramente depredadoras de algunos de los que nos precedieron. La sospecha se confirma al toparnos con ¡una escalera de aluminio! semiescondida dentro de un estrecho hueco.

Finalmente, al llegar al fondo, unas minúsculas tonalidades amarillas dentro del yeso nos advierten de que podemos haber logrado el objetivo. Con mucho cuidado, extraemos algunas muestras cuya cristalización apenas podemos distinguir con la pequeña lupa de campo.

Salir de la mina sería toda una odisea, si no fuera porque otro miembro del grupo ha tenido la genial idea de utilizar pequeñas barritas fluorescentes de las empleadas para pescar, para marcar todas las bifurcaciones durante el viaje de ida. Reencontrarse, a medida que vamos ascendiendo, con el oxígeno perdido, nos hace darnos cuenta de la escasez del mismo en la parte baja de la mina.
De vuelta en los Baños, tras recorrer el trazado de la vía minera (túnel incluido) que llevaba el mineral de hierro hasta la gran tolva, ni siquiera los 60ºC a los que brota el agua son suficientes para quitarnos el barniz de polvo de hierro que llevamos adherido.

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Tampoco es suficiente para hidratarnos toda la cerveza que somos capaces de beber en el bar de nuestro buen amigo Pepe el Rubio, dando buena cuenta de unas tapas de migas y gachas tan almerienses como ya lo es el escaso uranio que llevamos en las mochilas.

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Conviene resaltar que, en esas cantidades, el mineral es inocuo, lo cual no quiere decir que, como ocurre con otras sustancias, no haya que guardar un mínimo protocolo de higiene, lavándose sistemáticamente las manos después de manipularlo.

Estudiadas las muestras al binocular, comprobamos que en la mayoría de ellas únicamente se adivinan pequeñas coloraciones amarillas impregnando el propio yeso. En unos poquísimos casos sí se aprecia la cristalización del mineral, en forma de minúsculas agujas peludas. Comparadas con los minerales descritos en el trabajo de la Universidad de Murcia, no parecen corresponder con ninguno de ellos. Llegados a este punto, entra en juego la impagable labor de un gran amigo de nuestro grupo, el profesor catalán jubilado Adolf Cortel Ortuño, de ascendencia almeriense (Escúllar), y gran experto en el análisis de minerales. De una forma extraordinariamente minuciosa, utilizando un instrumental sofisticado, y mediante un proceso magistralmente descrito en este post del Foro de Mineralogía Formativa (www.foro-minerales.com/forum/viewtopic.php?p=132715#132715) , llega a la conclusión de que el mineral encontrado es abernathyita, un rarísimo arseniato de uranio, que constituye la primera cita en España, y una de las escasas en toda Europa.

 

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Satisfechos del extraordinario hallazgo, únicamente nos queda lamentarnos de la casi absoluta falta de aprovechamiento del ingente patrimonio minero de nuestra provincia. Con una inversión relativamente pequeña podrían ponerse en valor minas tan fascinantes como esta, de forma análoga a como en la vecina Murcia se ha hecho con la mina de piritas “Agrupa Vicenta”, un referente en el turismo minero que atrae todos los días a cientos de visitantes.

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En el siguiente vídeo intentamos transmitir las sensaciones experimentadas en el recorrido, debiendo matizar que cualquier posible visita ha de ser efectuada con la máxima precaución, acompañados de personas experimentadas, y contando con el instrumental adecuado. No se trata de una mina peligrosa, pero es extremadamente fácil perderse y pasar serias dificultades para salir.